Mientras Argentina transita una de las recesiones más profundas desde el 2001, con el poder adquisitivo desplomado y el desempleo en alza, el gobierno de Javier Milei exhibe un hecho llamativo: la protesta social, históricamente intensa en tiempos de crisis, parece haber entrado en una pausa forzada. Pero esta calma no es gratuita ni espontánea. Tiene causas estructurales, consecuencias políticas y un trasfondo inquietante.
En nombre de la estabilidad macroeconómica y el equilibrio fiscal, el gobierno ha desplegado una política de ajuste sin anestesia. Pero la verdadera novedad no está solo en el recorte de subsidios o en la licuación de los ingresos, sino en el modo en que se gestiona —o se deja de gestionar— el impacto social del ajuste en los sectores más vulnerables.
📉 Ajuste sin red: el Estado se corre, la calle se enfría
Los datos oficiales revelan lo evidente: millones de personas han caído en la pobreza en los últimos meses. Los comedores populares están desbordados, los índices de indigencia se disparan y el empleo formal no alcanza a absorber ni remotamente a los desplazados por la crisis.
A diferencia de otras épocas, esta vez el gobierno ha decidido no contener, sino desarticular. Las organizaciones sociales, históricamente aliadas o al menos interlocutoras del Estado en los barrios populares, han sido estigmatizadas, perseguidas y desfinanciadas. En su lugar, el Ejecutivo ha optado por una lógica de control y represión: se aplican protocolos que criminalizan la protesta, se recorta el financiamiento a cooperativas, y se instala la narrativa de que «la asistencia fomenta la vagancia».
Pero el problema no desaparece con el relato. La necesidad no se evapora. Y ahí aparece otro actor en escena: uno más oscuro, más violento, pero cada vez más estructurado.
🕳️ El vacío que dejó el Estado: el narco avanza sin resistencia
Con las redes comunitarias debilitadas, las bandas narco ganan terreno. Lo hacen sin estridencias, pero con eficacia. Distribuyen bolsones de comida, entregan medicamentos, financian eventos y sobre todo ofrecen «trabajo» en una economía paralela donde la ley no existe. No se trata ya de marginalidad, sino de un modelo de reemplazo del Estado en zonas donde el Estado se retiró.
En los márgenes de Rosario, el conurbano bonaerense o el norte del país, el crimen organizado ha dejado de ser un actor de las sombras para transformarse en el nuevo “organizador social”. Su poder se afianza allí donde el ajuste destruyó la intermediación comunitaria.
Y aquí emerge la paradoja más elocuente: el mismo gobierno que prometía erradicar los «intermediarios del Estado» ahora observa, sin intervenir, cómo los intermediarios del crimen reemplazan la asistencia pública con mecanismos violentos de control social.
🔥 Paz a cualquier precio: el costo de no gobernar
La estrategia oficial parece, en apariencia, efectiva: no hay piquetes masivos, ni cortes de rutas, ni acampes multitudinarios. Pero es una paz impuesta más por el miedo que por el consenso. Una tranquilidad que no nace de la gobernabilidad, sino de la fragmentación, la desesperanza y el crecimiento del crimen.
Los movimientos sociales, aún debilitados, advierten sobre esta deriva. Muchos líderes barriales denuncian que, al desmantelar la contención comunitaria, el Estado deja la puerta abierta al narco como alternativa de subsistencia. Pero el gobierno responde con desdén, y hasta con satisfacción: menos protestas significa, para la narrativa oficial, más orden.
La gran pregunta es cuánto durará esa calma impuesta. Porque una sociedad que expulsa a millones a los márgenes no puede sostener indefinidamente un orden basado en la omisión del Estado y la tolerancia al delito.
📊 Sugerencia de gráficos y recursos visuales:
- Mapa interactivo: zonas con mayor pérdida de planes sociales vs. zonas con denuncias por actividad narco.
- Línea de tiempo: evolución del gasto social vs. aumento de delitos en barrios periféricos.
- Infografía: comparación entre asistencia social estatal y asistencia brindada por redes narco (comida, trabajo, seguridad).
✍️ Columna de Opinión – «El silencio de los márgenes»
Por [Firmante sugerido: Director de Paralelo 37]
Nos prometieron orden y nos están entregando miedo. Nos dijeron que venían a terminar con los parásitos del Estado, y terminaron entregando los barrios a redes criminales que hoy suplen lo que el Estado dejó de hacer. La economía del delito ya no es marginal: es estructural. Y su avance tiene nombre y apellido.
Esta calma social que tanto celebra el gobierno es una ilusión sostenida por represión y omisión. No hay paz cuando el hambre crece, cuando los jóvenes son reclutados por bandas y cuando la única alternativa al ajuste es la ilegalidad.
La Argentina de Milei no se ordena: se empobrece, se rompe, se reconfigura bajo una lógica brutal donde el que manda no es quien gobierna, sino quien reparte.
