Del aislamiento social, al aislamiento político

Por Marcos Curletto (*)

Me parece importante por estos días, reseñar el devenir de los hechos posteriores al decreto presidencial 297/20 que ordenó el aislamiento social, preventivo y obligatorio desde el pasado 20 de marzo.

En este sentido, creo que en general y a pesar de algún pifie inicial del Ministro de Salud de la Nación, Ginés González García, el gobierno de Alberto Fernández actuó con premura y correctamente al decretar la cuarentena. Asimismo la medida fue acompañada de un tono y estilo conciliador que me pareció acertado. Se mostró con la oposición ponderando el bienestar general por sobre la famosa grieta y eso impactó favorablemente en la gente al punto de expresarse en encuestas de imagen positiva con números favorables inimaginables para el presidente.

Aquella medida temprana de aislamiento, se presento justificó como preventiva y transitoria, a los fines de cumplir dos premisas fundamentales. La primera era achatar la curva de contagios. La segunda,era preparar el sistema sanitario nacional para dar una respuesta extraordinaria a un problema excepcional.

Ahora bien, a la vez que en los medios de comunicación los voceros de la política reiteraban estas premisas, el discurso científico replicado por medio de expertos en salud de todo el mundo, afirmaban la condición de “largo plazo” que conlleva enfrentar esta pandemia. Por lo tanto y en sintonía, los dos discursos asumían que la enfermedad cambiaría la “normalidad” de la vida por más extensión de la fijada en el decreto inicial de Fernández. Ergo la enfermedad habría que enfrentarla en algún momento. El encierro eterno era y es inviable.

Pero con el correr de los días el gobierno nacional, varios provinciales y otros tantos locales, se embelesaron con la táctica de contención en virtud de las encuestas de opinión que aparecían sobre la imagen de los principales protagonistas políticos y también en virtud del éxito en términos de salud que aún hoy se refleja, tanto en la curva de contagio que parece nunca despegar; como en el número de muertes (siempre lamentable) que promediado con nuestra población no alcanza un registro significativo; así como también en el estado de ocupación del sistema sanitario, ya que no está ni cerca de aparecer desbordado. He aquí el problema. Se enamoraron de estos números, se olvidaron del sentido inicial de la medida de encierro y su carácter transitorio. Sin embargo el virus está ahí afuera y en algún momento habrá que decir como enfrentarlo. De lo contrario la economía, la depresión psicológica y otras patologías de salud descuidadas por el temor de contagio, habrá de tercerizar la tarea que el Covid-19 reclama para sí mismo.

Dicho esto y pasados ya 48 días de aislamiento, la pregonada efectividad del mismo y el “modelo argentino” están entrando en crisis por diferentes razones, a saber:

  1. Debacle económica: a la recesión de arrastre que traíamos se suma la caída estrepitosa de todos los rubros de la producción y servicios con fuerte impacto en toda la población. A su vez este contexto es empeorado por la posibilidad cierta de caer en un Default que terminaría de ahogar el acceso al crédito de las empresas. Asimismo este nivel de derrumbe económico, ya impacta sobre las arcas del estado en sus tres niveles, poniendo en riesgo su ya exigua capacidad de dar respuesta a las demandas que requiere esta guerra. Finalmente la urgencia económica de los que no tienen margen para mantener el comportamiento de clausura, desencadena una fuerte erosión en el acatamiento de la política en cuestión. Esta situación se evidencia con mucha claridad en lo últimos días.
  2. Estado actual del sistema sanitario: la realidad da por tierra con la fantasía del mentado “modelo argentino” puesto que el sistema sanitario nacional en muchos distritos del país sigue con serios déficits de insumos y personal. Son problemas viejos que se arrastran desde hace décadas y como era de esperar no se han resuelto en estos días de encierro que llevamos. Por citar un ejemplo cercano, en mi ciudad (Río Cuarto) los médicos dejan trascender que los insumos de protección del personal de salud son insuficientes aún hoy. Los trascendidos cobran relevancia si se considera que de los 11 casos positivos que tuvimos aquí, el 18, 3 % (2) corresponde a personal médico que mantuvo contacto con infectados. Amén de si los empleados pertenecen al sistema público o privado, la realidad nos dice que no estamos cuidando a los que corren mayor riesgo. Si en estas condiciones de baja demanda por contagios igual se enferman nuestros médicos, ¿qué nos espera ante un colapso?. De este tema pocos se animan a hablar, aunque debiera ser motivo de interpelación política constante.
  3. Amenaza sobre la institucionalidad y las libertades individuales: uno podría comprender el nivel de urgencia de las primeras medidas adoptadas, pero luego de unas cuantas semanas de asilamiento es inentendible que el gobierno siga sosteniendo sus decisiones en la irregularidad absoluta de los DNU, con el Congreso cerrado hasta ayer y con una Justicia parada casi en su totalidad. Quizá la lógica de supresión institucional guarde profunda relación con los usos y costumbres del partido gobernante, pero da por tierra con las expectativas de éxito de un país que aspira a superar esta crisis. Por otra parte también asoman tentaciones autoritarias en diferentes niveles gubernamentales, sin distinción partidaria, tendientes a suprimir las libertades individuales. El caso del gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde se intentó obligar a los adultos mayores a pedir permiso para salir de sus casas, o la intención de justificar la necesidad de ciber – patrullaje a la opinión pública esbozada desde el Ministerio de Seguridad de la Nación, son ejemplos claros de estas amenazas. El “Panóptico” de Bentham, el “Vigilar y Castigar” de Michel Foucault, afloran nítidamente en estos amagues autoritarios.
  4. Falta de empatía: salvando algunos casos valiosos como el del Gobierno de la Provincia de Mendoza, el resto de la Política parece negada a responder a la demanda ciudadana de una reducción salarial propia de quienes cobran sueldos muy por encima de la media nacional. El argumento esbozado por el propio Presidente y otros tantos funcionarios de que el ahorro generado no sería significativo, o el de que tal o cual ministro tienen su salario de funcionario como único ingreso, evidencian el distanciamiento con la realidad que tiene gran parte de la dirigencia política en todos sus niveles. Esmerilar aún más el vínculo entre representantes y representados, no ayuda en lo más mínimo en la reconstrucción de confianza que la coyuntura requiere.
  5. La centralidad porteña de la estrategia: decía Andrés Malamud en un reportaje que diera días atrás, que Argentina se equivoca en su metodología para enfrentar la Pandemia, entre otras cosas por la centralidad porteña del enfoque que tienen los principales actores políticos de la escena nacional, refiriéndose a Rodríguez Larreta, Axel Kicillof y el propio Alberto Fernández. Y más allá de la argumentación propia de Malamud, me inclino por afirmar esta tesis cuando compruebo el hecho de que se sigue demorado el diseño de una estrategia política de salida definida por regiones, en función de sus condiciones demográficas, hábitos, y fundamentalmente a partir la circulación del virus que no es ni por cerca comparable entre las regiones metropolitanas más expuestas y las que hasta ahora no tuvieron un solo caso positivo.
  6. Planificación y gestión cuestionadas: este punto se evidencia crudamente en los errores no forzados en que incurre a diario el Gobierno Nacional como por ejemplo la compra de alimentos con sobreprecios; la temeraria metodología de cobro a la que sometieron a los jubilados; la ineficiencia de la asistencia económica a monotributistas y Pymes; etc. Pareciera que hay más esfuerzos puestos en la comunicación de medidas que en la aplicación de las mismas.
  7. Desatinados planteos ideológicos: aquí podemos mencionar la desafortunada política internacional de abandonar negociaciones abiertas en el Mercosur de manera unilateral; el innecesario discurso anti-empresarial de barricada de buena parte de los voceros del oficialismo; y la irrisoria proclama de defensa de DDHH de los presos, tras la cual se esconde la impunidad de los amigos del poder, más allá de los casos puntuales que la ley contempla en pos de garantizar los derechos inalienables de los reos sin que medien presiones del ejecutivo nacional o los provinciales.
  8. Un abordaje unidireccional del problema: me refiero en este punto a la falta de interdisciplinariedad con la que se está analizando el problema del Covid 19. Pareciera que se ha dado absoluta preeminencia a la opinión de sanitaristas y epidemiólogos, lo que está muy bien considerando el problema del que hablamos. Pero claramente se carece de una mirada multidisciplinar que permita considerar otras variables de riesgo y consecuencias, como así también permitir el diseño de otras alternativas de solución, que privilegiando la salud en un sentido amplio y no acotado al virus, nos den la chance de pensar en un futuro menos doloroso y más auspicioso.
  9. No testeamos lo suficiente: según un informe de la OMS del mes de abril, que fuera publicado en un importante medio gráfico nacional, estamos en el puesto 70º en cantidad de Test realizado por habitante. Testear es una herramienta que todos los expertos del mundo ponderan como fundamental para poder diseñar soluciones y definir flexibilizaciones. Argentina no compró a tiempo los test según dicen algunos especialistas, sin embargo tampoco parece buscar alternativas para revertir esta situación.

Está enumeración de inconvenientes y deficiencias planteadas desde el 20 de marzo a la fecha hablan a las claras de lo que yo considero la involución de la política nacional del aislamiento social, hacia una instancia de aislamiento político del gobierno nacional y otros tantos provinciales. Involución que está signada por una mutación en el tono y las formas de encarar el problema desde los primeros días de la crisis (que cómo dijimos eran ampliamente aprobados), hacia viejas formas de praxis política que han ido aflorando con el transcurrir de los días y cuya efectividad es al menos discutible frente a los desafíos del presente.

La Argentina no puede darse el lujo de encerrarse de por vida. No puede hacerlo ni su gente, ni su gobierno. Son tiempos que demandan lo mejor de nuestras instituciones y nuestra dirigencia. Estamos obligados a pensar las soluciones en términos de lógicas colectivas, multidisciplinarias, federales y solidarias.

(*) Lic. Ciencias Políticas, Universidad Nacional de Río Cuarto.

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