En el Área Metropolitana de Buenos Aires, más de 30 mil personas por mes toman una decisión trascendental: mudarse. Algunos compran, otros alquilan. Y aunque las variables que más pesan en esa elección suelen ser el precio inicial, la zona o las expensas, hay un factor que la mayoría ignora… hasta que ya es demasiado tarde: el peso de los servicios públicos y privados en el presupuesto familiar.
Con la aceleración inflacionaria, la quita de subsidios y el ajuste tarifario, mantener una vivienda pequeña puede representar hoy cerca de un millón de pesos mensuales. La cifra estremece: ese total incluye alquiler o cuota hipotecaria, expensas, servicios básicos como luz, gas y agua, además de otros rubros esenciales como internet, telefonía, colegios y medicina prepaga.
En marzo, el 30% de los inquilinos tuvo que abandonar la vivienda que ocupaba por no poder hacer frente a los aumentos, según denunció la entidad que los agrupa. Pero ese número no refleja solo una crisis de ingresos: también desnuda un déficit cultural de planificación familiar. Casi nadie hace la cuenta completa antes de tomar la decisión de mudarse.
Un presupuesto bajo presión
De acuerdo con Focus Market, el costo promedio de los servicios públicos domiciliarios iba a rondar los $80.000 en marzo. Sin embargo, la realidad duplicó esa previsión: solo el agua ronda los $35.000, el gas (nivel 3) se acerca a los $15.000, y la electricidad tiene un piso de $108/kWh. Si se suman expensas que promedian los $300.000, el combo mensual se vuelve asfixiante.
Según la pirámide de ingresos de la consultora W de Guillermo Oliveto, apenas un 17% de los hogares cuenta con los ingresos necesarios para enfrentar este escenario sin endeudarse o resignar consumo.
Y lo peor aún no llegó. Con la implementación plena de los acuerdos con el FMI, 3 millones de usuarios del nivel 3 deberán cubrir el total de sus facturas sin ayuda estatal. La llegada del invierno activará los medidores de gas, generando un cóctel explosivo para más de cinco millones de hogares.
Lo que se debe mirar antes de firmar
Así como se analiza la ubicación, los metros cuadrados o la luminosidad, también deberían considerarse el aislamiento térmico, la ventilación cruzada o el tipo de electrodomésticos incluidos. Según especialistas en eficiencia energética, un hogar mal aislado puede desperdiciar hasta el 70% de la energía que consume. Esto impacta no solo en la factura sino también en la huella ambiental.
«Una factura de gas o electricidad se puede reducir con una vivienda más eficiente», afirma Federico García Zuñiga, consultor técnico de Andima. “El desafío está en que el sector de la construcción incorpore prácticas y materiales que hagan a una vivienda sustentable”, advierte. Pero también enfatiza el rol del consumidor: “Hay que evaluar cuánto cuesta anualmente mantener energéticamente una propiedad”.
Entre los puntos clave a revisar antes de tomar una decisión se encuentran:
- Aislación térmica en techos, muros y pisos.
- Vidrios dobles y carpinterías eficientes.
- Electrodomésticos con etiquetas de eficiencia energética.
- Instalaciones de energías renovables (calefones solares, paneles fotovoltaicos).
Conclusión: decidir con la calculadora y no con la emoción
En tiempos de crisis, una elección mal informada puede transformarse en una condena financiera. La vivienda propia o alquilada, más que un sueño, debe ser una ecuación cuidadosamente pensada, donde el confort no implique un quebranto. Con tarifas en alza, servicios privatizados y subsidios en retirada, el hogar ideal ya no se mide solo en metros cuadrados, sino también en pesos constantes y sonantes.
